La salida del Gobierno de Castilla y León de VOX, y la imposible tarea de poder aprobar los presupuestos, ha puesto sobre la mesa la posibilidad de que Alfonso Fernández Mañueco adelante las elecciones en la Comunidad Autónoma. Da la impresión de que esto no le hace especial ilusión, ya que los resultados no siempre son los que se esperan, o los que señalan las encuestas, las cuales, en ocasiones, ponen el caramelo en la boca del que las contrata sin guiarse por criterios estrictamente científicos.
No es, al menos en teoría, discutible que el Partido Popular sería el ganador de los comicios en número de votos y escaños, pero no está tan claro que las URNAS VAYAN A REFLEJAR MAYORÍAS SIMILARES A Las que disfrutan Ayuso en Madrid, Rueda en Galicia o Moreno en Andalucía. Esta es la razón principal por la que a Mañueco le da vértigo pulsar el metafórico botón rojo de disolución de las Cortes, ya que VOX podría continuar teniendo la llave del Ejecutivo y de la aprobación de las leyes, es decir, una vuelta a la peligrosa casilla de salida, generando una situación, como mínimo, incómoda para el actual presidente.
Otro escenario, provocado por la situación interna de la formación de extrema derecha en la región, que ha llevado, entre otras cosas, a su portavoz parlamentario al abandono de sus cargos, podría otorgarles un número menor de procuradores de los obtenidos en 2022, por una dispersión del voto, abriendo las expectativas de incrementar representantes a fuerzas de carácter localista como Por Ávila (metiendo un segundo procurador), Unión del Pueblo Leonés o Soria Ya. Estos partidos acariciarían la posibilidad de desplazar a VOX y forzar un cambio de sentido en el desarrollo y ejecución de las políticas públicas, al tener el Partido Popular que dar cabida a reivindicaciones a las que antes no se había dado demasiada importancia.
Otra batalla interesante va a tener lugar en el interior de los partidos políticos, porque siempre hay más pretendientes que puestos a repartir. Lo más importante no es ir en una lista, sino la posición que se ocupe en ella. Una vez que finalice el juego de la silla, contemplaremos como se introduce en el argumentario la vieja consigna de "pisar la calle", pensando que los ciudadanos se conforman con ver unos días por las plazas, tiendas… a los aspirantes, dándote la mano, poniendo una artificial sonrisa que, hoy por hoy, no engaña a nadie. Pisar la calle es escuchar, entender y atender a las necesidades y problemas de las personas durante toda la legislatura, porque de nada sirve, por ejemplo, que un candidato entre en una librería en campaña electoral y compre un libro, si está más pendiente de la foto para subir a las redes que del librero y los asuntos que le quitan el sueño, como los elevados impuestos o las interminables obras.