Todas las mañanas, antes de comenzar mis labores consultoras, investigadoras… me gusta tomarme un café aprendiendo con todo lo que escriben mis compañeros en la sección de Opinión de Diario de Ávila.
Uno de los temas más recurrentes es exponer, como si se deshojase una margarita, lo que se necesita o no se necesita en nuestra querida provincia. En este sentido, ha despertado mi interés el debate abierto por dos personas a las que tengo mucha admiración intelectual, Pablo Serrano y Guillermo Buenadicha, que gira en torno a la presunta necesidad de construir un nuevo estadio de fútbol o continuar con lo que tenemos, o sufrimos, según se mire.
Es difícil ponerse a favor de uno u otro porque, como buen centrista, considero que, en ese punto medio tan complicado, incluso idealizado, de alcanzar, igual se encuentra la tan ansiada respuesta.
Por un lado, adentrándome en la coherente línea argumental de Guillermo, la ciudad tiene bastantes más necesidades que atender que recursos para gastar. Por otro, profundizando en la sensata percepción de Pablo, para motivarnos, emocionarnos… merecemos unas instalaciones dignas que no nos hagan, por ejemplo, estar pendientes de las torretas, no por la escasa luz que desprenden, que también, sino por el riesgo de volver a doblarse, para sorpresa de todos.
En cuanto al elevado coste de levantar una infraestructura de estas características, entiendo que para el alcalde no sería sencillo explicar que el dinero saldría de la asistencia social, la limpieza de la ciudad, el mantenimiento de los jardines… mientras un particular lo utiliza y rentabiliza, por mucho que pensemos que el Real Ávila pertenece al común de los vecinos, como si fuese un bien comunal.
Posiblemente habría que buscar terceras vías, a lo Anthony Blair o Anthony Giddens, mi sociólogo de cabecera, para canalizar lo que algunos, sobre todo socios y aficionados, consideran un problema que, al ponerse el foco en él, se podría estar transformando en un preocupante problema social.
No es la primera vez que hablo de tratar de hacer más apetecible una inversión privada en el Adolfo Suárez, en la ubicación actual o buscando una nueva, con una concesión de obra que permita su explotación comercial. Pero, según están las cosas, a ver quién es el incauto empresario que asumiría ese temerario riesgo operacional.
De momento, a corto y medio plazo, creo que no vamos a tener que preocuparnos por el cumplimiento del deseo de Pablo y sus posibles consecuencias, ya que vamos a seguir disfrutando mucho tiempo de esas preciosas gradas supletorias, acordes con nuestro magnífico conjunto monumental. Esperemos que los resultados continúen acompañando al equipo encarnado, ya que así los visitantes, calentitos por la derrota, no van a tener ánimos para ponerse a pensar en el lugar de los hechos.