Siento curiosidad (será como consecuencia de la profesión que ejercí durante cerca de medio siglo) por averiguar qué se esconde detrás de los dichos y hechos de algunos de nuestros principales dirigentes políticos, especialmente de los que tienen poder de gobierno. Traigo un ejemplo: La vicepresidenta del Gobierno, María Jesús Montero, sevillana ella y personaje muy teatrero que, en Andalucía, donde es bien conocida, recibe diferentes apelativos, unos cariñosos y otros menos. Esta señora usa con demasiada frecuencia un lenguaje revestido de odio y rencor.
Hace pocos días soltó dos perlas que sería mejor borrar. Están llenas de ignorancia y mala fe. En Málaga dijo: "La universidad privada es la principal amenaza que tiene la clase trabajadora". ¡Ahí es nada! La otra perla la vomitó en Jaén: "Qué vergüenza que todavía se cuestione el testimonio de una víctima y se diga que la presunción de inocencia está por delante del testimonio de mujeres jóvenes, valientes, que deciden denunciar a los poderosos, a los grandes, a los famosos". ¡Para echarse a temblar! Por esta segunda terminó disculpándose pues jueces y fiscales salieron en tromba a criticarla por tamaño disparate salido con prolongados aspavientos de su gesticulante boca.
Sobre lo que dijo de las universidades privadas, no se ha retractado: todo lo contrario, ha insistido en ello. Además, su jefe y presidente, días después, fue más lejos al calificarlas de "chiringuitos" y amenazando con cerrar las que no cumplan los nuevos requisitos que va a imponer por decreto. Él obtuvo su licenciatura en un centro universitario privado (el Real Centro Universitario María Cristina de El Escorial, entonces adscrito a la Universidad Complutense y hoy al CEU San Pablo) y el título de doctor (con una tesis que algunos consideran un plagio) en otro (Universidad Camilo José Cela). Además, cuatro ministros cursaron sus carreras en universidades privadas, tres de ellas de la Iglesia. ¿Sus títulos fueron comprados o regalados?
En Ávila tenemos la UCAV, que podría correr peligro. Nació hace 29 años, apoyada por las principales fuerzas sociales y empresariales de la ciudad y de la provincia. En los comienzos, una fuerte muralla formada por miles de abulenses logró que quien vino como su dueño y señor decidido a cerrarla fuera alejado de la diócesis. En estos casi seis lustros de vida, varios miles de titulados universitarios han salido de sus aulas y la inmensa mayoría de ellos ejercen sus profesiones desde que concluyeron los estudios. Hoy es una gran fuente creadora de empleo directo e indirecto en la provincia. ¿Es la UCAV la principal amenaza para la clase trabajadora, como dice la señora vicepresidenta? Que pregunte a los miles de exalumnos que lograron trabajo porque estudiaron en ella. Y que se lo diga a todos los que trabajan en ella o gracias a que ella existe. ¿De dónde saca la señora Montero que una universidad, por ser de titularidad privada, es una amenaza para los trabajadores? ¿Por qué el Gobierno del que es vicepresidenta impone unos nuevos requisitos para dificultar la creación de centros universitarios privados y para cerrar los que no cumplan las normas que ahora aprueban de forma dictatorial? ¿Se han enterado los que gobiernan que los estudiantes eligen a cinco universidades privadas y a cinco públicas como las diez mejores y a diez públicas como las peores? ¿Sabe la vicepresidenta que hay agencias públicas (estatal y autonómicas) que evalúan, certifican y acreditan las enseñanzas y el profesorado de las universidades?
Estoy convencido de que la UCAV seguirá creciendo con nuevas carreras. No es un chiringuito que venda o regale títulos, ni una amenaza para los trabajadores. Por cierto, nadie es rechazado en ella por falta de recurso económicos. Es un bien para todos, imparte cultura y enseñanza de calidad, promueve valores humanistas, crea empleo, forma buenos profesionales y cuenta con el apoyo de la sociedad abulense que, si fuera necesario, construiría otra muralla para protegerla, como hizo en sus comienzos.