Cunden la indignación y el desánimo tras conocerse que este año el Concurso Nacional de Saltos (la Hípica) y la Kedada corren riesgo de desaparecer, podados por la tijera recortadora del presupuesto municipal. Ambos programas acumulan a sus espaldas una trayectoria sólida de numerosas ediciones desarrolladas con éxito. El retorno económico a la ciudad del primero no está en discusión; y la oferta de ocio a la juventud para evitar otras prácticas nocivas que aporta el segundo es aún más beneficiosa que el dinero.
Hasta se han recogido cerca de un millar de firmas para pedir la permanencia de la Kedada, una iniciativa ciudadana que después de salir a la luz, el equipo municipal se ha apresurado a apoyar públicamente, lo que o es una genialidad populista, o es una tomadura de pelo generalizada. ¿Yo recorto y a la vez yo me pido a mí mismo no recortar? ¿Cómo se come eso? El mejor modo de ayudar de quien tiene en sus manos la navaja que corta, sin duda es no utilizarla.
Cuando los grupos de la oposición, como gesto de comenzar por uno mismo, piden rebajar el número de concejales liberados o la remuneración de estos y del primer edil, la respuesta del Mercado Chico es que eso no arregla la situación económica del ayuntamiento. ¿Es que acaso eliminar la Hípica y la Kedada sí arregla la situación económica del Consistorio?
El argumento que se da es que no hay acuerdo con la oposición para aprobar los Presupuestos de este año, y es preciso comenzar eliminando partidas que no están dentro de las competencias propias de un ayuntamiento. La falta de consenso de los grupos políticos municipales en la presente legislatura es clave, pues la mayoría del equipo de Gobierno es simple, y los demás grupos unidos tienen a su alcance la aritmética para permitir o impedir que los proyectos salgan adelante. Hay quien dice que esto no es más que una amenaza hueca como medida de presión y culpabilización pública de los opositores, pero que en el último momento, justo a tiempo, volverán a licitarse los dos programas, quedando los gobernantes locales como "los buenos". Veremos. Las estrategias de póker no son la mejor forma de hacer progresar a una ciudad.
Pero ya mucho antes de producirse este desencuentro determinante, al actual equipo de Gobierno no le tembló el pulso para suprimir actividades culturales y educativas. La pasada legislatura, con mayoría suficiente, dejó de realizar o redujo a la mínima expresión actividades que habían demostrado interés público un considerable número de años. No se organizó más la Muestra de Estatuas Vivientes ni el Concierto de Campanas; se borró del mapa la Semana Griega, en la que colaboraba la Embajada; la Muestra de Teatro pasó del récord de 12 funciones al pírrico de 5 del pasado noviembre; se eliminaron los Patrimonitos alabados por la UNESCO... Rescindir programas trae la consecuencia de que, si años después se cambia de opinión, es difícil volverlos a recuperar.
¿Por qué la cultura y la educación son las parientas pobres que siempre se cae en la tentación de eliminar desde los despachos? ¿por qué la guadaña política las hace vulnerables y precarias? ¡Cuando hay tantas ciudades que tienen la Cultura como recurso económico de primer orden! Ávila podría contar con este motor si se creyera y apostara por él en lugar de recortarlo.