El error ortográfico va con intención. En la semana en la que el Real Ávila ha demostrado que tenemos fútbol para rato, no hubo tiempo para quitar esa valla sarnosa que vio media España en la señal televisiva. Tiene tela, como también la tiene la tribuna fantasma del Adolfo Suárez, que perdura década tras década sin que nadie ponga pie en pared para adecentarla. Por mucho que duela a los paisanos vallisoletanos, aquí aún no contamos con un Ronaldo Nazario que llegue con la chequera para, al menos, ayudar a la ciudad a tener un estadio digno, no digo ya vanguardista. En la Avenida del Mundial 82 de la ciudad del Pisuerga, esto lo van consiguiendo. Creo que esta parte de infraestructuras abulenses resulta más criticable que la polémica que se ha querido montar en torno al presidente de un club modesto donde los haya y al que habitualmente van a ver ¿300 personas? Hablamos de un hombre que bastante tiene con multiplicarse para dar cobertura a enfermos, futbolistas o mediopensionistas. Pero, yo venía a hablar de otro asunto: este miércoles se conocía el cabeza de cartel del Músicos en la Naturaleza, que liderará el 7 de junio el canadiense Bryan Adams. Así, de un plumazo, la Junta de Castilla y León acalla críticas y rescata la esencia internacional que marcó los mejores años del festival en Hoyos del Espino, poniendo fin a las quejas -incluidas las de quien escribe- por la caída libre que vivía el certamen. Se ha demostrado que, con algo de ingenio, una buena planificación y un presupuesto adecuado, Gredos puede volver a sonar en escenarios globales. Vuelve a sus fueros y recupera la fuerza que caracterizó aquellos días en que vimos a estrellas como Bob Dylan, Mark Knopfler, John Fogerty, The Beach Boys o Sting. De esta manera, y dando un puñetazo sobre la mesa, el consejero de Medio Ambiente, Juan Carlos Suárez Quiñones, dibuja una sonrisa sobre caras largas. Más que un concierto, el de Bryan Adams constituirá una reivindicación de lo que Ávila puede ofrecer al mundo. Algo habrá influido para que en 2025 se pueda ver a Bryan Adams en Ávila la afición que le está cogiendo a nuestro país, o que dos tótems británicos del ramo, como Rod Stewart y Sting, pisaran el césped de Gredos, concretamente en 2006 y 2017, el primero, y en 2019, el segundo. Grano a grano. Los tres hicieron de mosqueteros sinfónicos al publicar en 1993 un temazo, All for love, que acompañó a la película en torno a la novela de espadachines de Alejandro Dumas. Para quienes crecimos en los 80 y 90, la música de Bryan Adams no sólo permanece en la memoria, sino en el corazón. Desde Heaven hasta Can't stop this thing we started, pasando por la icónica banda sonora de Robin Hood, príncipe de los ladrones, buena parte de su repertorio sonaba en el walkman de nuestra juventud. Las baladas, en particular, se convirtieron en el recurso perfecto para aquel baile lento que nunca sabía uno cómo empezar. Nuestro particular perreo… Su música trasciende modas, amalgama generaciones y ese grito que salía de sus guitarras sigue vigente. Y Gredos, con su magia natural, invita a compartir vivencias y a perderse, al menos por una noche, en los acordes de la nostalgia que insufla la música de Adams. La elección de este artista supone tanto un acierto como un recordatorio de que, cuando se apuesta en serio, los resultados llegan. Alguno debería tomar nota por aquí… Parece vital esforzarse, plantear un listón alto y continuar atrayendo a quienes hacen vibrar al público. Y al público. Porque el impacto de Músicos en la Naturaleza va más allá de su música. Crea empleo, dinamiza la economía de la zona y refuerza la marca Gredos como un destino turístico de primer nivel. Calorcito para el corazón. Como esas lentas del de Ontario, que han trascendido hasta nuestros días, y siguen sirviendo -como entonces- a más de uno para bailar pegado. Aunque ya se sabe que eso no es bailar, que es como estar bailando solo. O no. Ya me entienden