Chema Sánchez

En corto y por derecho

Chema Sánchez


Ciudad sin ley

01/03/2025

Un tal Edmun Burke, uno de los principales teóricos de la Política del siglo XVIII, que a un servidor es de los que más llama la atención en los últimos años -será que vamos ya para viejos-, hablaba de que orden y libertad deben coexistir. A su entender, la anarquía o el desgobierno acaban destruyendo esa libertad, en lugar de potenciarla. Habrá quien no esté de acuerdo, si hacemos caso de lo que se encuentra uno por algunas calles de Ávila, donde, como si del equipo A se tratara -soldados de fortuna-, hay quienes piensan que dejando las bolsas de basura a la intemperie y bien amontonadas va a haber alguien que se rasgue las vestiduras en el Ayuntamiento, cuyo equipo de gobierno fue elegido democráticamente hace un tiempo -nos guste más o menos cómo manejan su destino-, que dé marcha atrás y reponga los contenedores verdes que antes poblaban las proximidades de los edificios. Ja. Esa lección de la universidad de la calle abulense es ya de otro trimestre, y creo que cuanto antes se asuma, mejor nos irá a todos. ¿Que hay que dar un paseo de medio kilómetro? Eso es que piensan en nuestro bienestar articular, sin ningún género de dudas. El cabreo se previó concienzudamente para este año, que pilla a mitad de legislatura para que, tras unas obritas por aquí y otras por allá -confiemos que mejores que las del bochornoso carril bici que obstaculiza el tráfico de la capital-, y con lo frágiles de memoria que vamos la mayoría porque esas máquinas del demonio que son los móviles nos están haciendo aún más tontos, todo el mundo vote feliz. De modo que, en dos años, el sufragio se convertirá una vez más en salvoconducto para seguir erigiendo a una ciudad sin ley. Más allá de la deriva sociocultural que vive, la vida en Ávila se desvanece, y parece preocupar poco o nada a quienes nos gobiernan. Los de más cerca, los de un poco más allá, y también los que recorren los caminos de los ministerios sin ser capaces de localizar en el mapa la ciudad amurallada. De hecho, cada vez parece más evidente -al menos desde fuera- que nada avanza porque los palos en las ruedas ya se encargan de situarlos los que luego dicen, de forma grandilocuente, que su mayor preocupación tiene un nombre, y ese es "los ciudadanos". ¡Ya!.. Burke, precisamente, decía esto: «el que lucha contra nosotros fortalece nuestros nervios y agudiza nuestra habilidad. Nuestro antagonista es nuestro ayudante». Este pensador irlandés apostaba no por destruir de manera súbita a las instituciones, sino por reformarlas de manera pausada y gradual. Falta hace. Sigue habiendo pequeñas corruptelas, personajes lamentables, bochornosos y nefastos que pululan aún, como si fueran dioses, por algunos ámbitos de la política. Por la sociedad en general. Creen ser los más listos, pero el tiempo, yo sí lo creo, pone a todos en su sitio. Burke hablaba igualmente de un contrato intergeneracional, pero no sólo entre vivos, niños y mayores, sino también con quienes nos han precedido y quienes están por nacer. Me parece interesantísimo. No le hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti. Y ahí voy nuevamente con lo de los despojos, porque ya no se pide que se recicle como debe reciclarse -no, señora, no todo va a al mismo saco-, sino que no se incordie a los que viven más o menos cívicamente. Hay imbéciles -no tienen otro nombre- que ocupan las calles derivando sus trastos, enseres, electrodomésticos de pequeña o gran dimensión, impidiendo el paso a quien a veces tiene dificultades para hacerlo. Habría que colocar cámaras y más cámaras para detectar su identidad. Y ese sí sería dinero bien gastado. Ante eso pocos levantan la voz. Un lector esta semana en las páginas de este Diario. Cierto es que hay vecinos que parecen tener más derechos que nadie, porque se les permiten determinadas conductas, y creo que esa guerra nadie la quiere afrontar. Para luego fardar de que somos los mejores, bueno y qué, hay que tener una pizca de valentía. Pero ese no parece el escenario más factible en un contexto político en el que algunos sólo viven por figurar y otros, otros, demasiado tienen con conservar su puesto público un mes tras otro. Ya me entienden.