Es como el fútbol. Nos venden una y otra vez que se juega el partido del siglo, y van ya no recuerdo cuántas veces en los últimos 30 meses. La desgana surge de la reiteración y el hartazgo. Otra contienda electoral más, otro choque de las dos Españas, acompañadas de muchas otras —radicales, secesionistas, escisiones del centro o estrafalarias— en un maremágnum de más de treinta candidaturas.
Toca elecciones europeas. En las pasadas, en el 2019, se habló de éxito de participación con un… 61%. Considerando que en las tres anteriores no votó ni la mitad del censo, es un éxito relativo pero escasito.
No sé por qué esta falta de cariño e interés. Desde luego, dice poco de la construcción europea, o al menos de cómo (no) ha calado en la mente de los españoles. Una Europa que lleva más de cincuenta años buscando su ser y que parece que hubiese perdido el norte en el empeño. Una Europa cuyas fronteras son difusas, circunstanciales, expansivas —llegando al estrecho del Bósforo, abriéndose al este sin conocer dónde ubicar el límite; quizás los Urales, como geográficamente estudiábamos antes— y propuestas en función de la coyuntura internacional del momento, antes que prefijadas en un mapa asumido por todos. Se asemeja a Eurovisión, donde participa hasta Israel —menudo jaleo el de este año— o incluso Australia; dentro de nada veremos a Sudáfrica.
Por otro lado, ayuda poco que el edificio europeo parezca haberse quedado en lo formal —la tan denostada burocracia institucional— y no haya dado resultados que emocionen al ciudadano. Las políticas y dineros europeos por supuesto que marcan las vidas de los habitantes, desde la PAC hasta el lobo, desde las infraestructuras hasta la normativa alimentaria. Pero quizás, al ser implementadas por las administraciones locales, autonómicas o nacionales pierden la visibilidad debida y desconectan el efecto del hecho causante.
Ya acabó la liga, la Champions es historia. Me temo que el partido del siglo de este domingo no servirá más que para avivar otra vez el interesado radicalismo. Aun así, voten, estimados tres lectores: Europa es el camino.