En Ávila hay historias que valen más que mil discursos vacíos. Mientras algunos políticos nos siguen tratando como una ficha más en su tablero de intereses, la realidad avanza a golpe de sacrificio, ingenio y determinación de la ciudadanía. En este marco, dos recientes iniciativas ponen sobre la mesa algo fundamental: el espíritu abulense sigue latiendo fuerte, pese a los obstáculos. Esta semana, este diario y su cadena de televisión hermana reunían a decenas de empresarios en una jornada para abordar cómo mejorar el acceso a la financiación y reforzar el tejido productivo de la provincia. En este tipo de encuentros se palpa lo que de verdad mueve a nuestra tierra: la gente que saca adelante proyectos con esfuerzo, muchas veces sin el apoyo que necesitaría. Apenas unos minutos antes, se firmaba un convenio entre Iberaval y la Diputación de Ávila que permitirá inyectar en 2025 financiación en condiciones ventajosas a empresas y autónomos. Ambas noticias reflejan algo que sabemos bien: si queremos avanzar, debemos hacerlo juntos, porque el patio del colegio está reservado sólo para los niños.
No podemos olvidar lo obvio: iniciativas como las de Onyx Solar, Abel Sanz o Ramón Caro SL son gotas en el océano de retos a los que nos enfrentamos. Ávila sigue peleando con la sombra del olvido. Con un sistema que prioriza otros territorios, que aplaza siempre las soluciones para el mundo rural. Pero, como alguien dijo, con estos bueyes tenemos que arar. Con estas mimbres hacer el cesto. Nadie va a venir a solucionarnos la papeleta.
Pero, al César lo que es del César: la corporación provincial, como digo, dio un paso especialmente relevante. Predicar con el ejemplo, lo llaman.
Ahora bien, el problema está en que no siempre hay Iberaval. Ni convenios. Ni empatía institucional. Y ahí es donde se nota la brecha que separa a la política con la sociedad. Mientras aquí nos las ingeniamos para hacer mucho con poco, en algunos despachos el ruido parece ser más importante que las soluciones. Porque, no nos engañemos: vivimos en un sistema que necesita reformas profundas. No basta con aplaudir lo logrado, éste parece el momento de mirar hacia adelante. Ávila requiere de un compromiso real con el medio rural, con sus empresarios, con sus jóvenes. Con sus empleados, cierto, pero sin empresas o iniciativas emprendedoras creo que a día de hoy no hay trabajadores. Necesitamos más proyectos que impulsen la conectividad, las infraestructuras y el desarrollo sostenible. No digo que haya que quererlo todo, sino de justicia social. Si es que ésta existe.
Tenemos una capacidad singular, la de sacar adelante lo que parece imposible. Lo hemos hecho frente a incendios devastadores, a crisis económicas y al olvido institucional. No necesitamos caridad, pero sí igualdad de oportunidades. Sabemos trabajar. Sabemos luchar. Y, sobre todo, sabemos levantarnos una y otra vez. El convenio firmado esta semana constituye un buen ejemplo de lo que se puede hacer cuando la política escucha a la gente. Pero representa sólo un paso. Hace falta mucho más: una visión a largo plazo, inversiones que realmente lleguen a donde se necesitan y una apuesta firme por el talento local. Porque en esta provincia hay más potencial del que muchos imaginan. O ignoran. Mientras tanto, seguiremos demostrando lo que significa el gentilicio abulense, que te lleva a saber que nadie lo pone fácil, pero que hay que hacerlo de todos modos. Demostrar, como siempre, que donde otros ven problemas, nosotros vemos desafíos. Y que, a pesar de todo, Ávila no se rinde. Nunca se rinde. Ya me entienden.