Al alcalde hasta ahora no se le ha visto muy de cifras. Sus pronósticos de que reduciría la deuda municipal un 50% al final de la primera legislatura o que obtendría dos procuradores en las elecciones de Castilla y León en 2022 se demostraron muy alejados de la realidad. Más que de cifras, parecía de letras; como la que les iba cayendo cada mes a las cuentas municipales por el leasing de su coche oficial, del que en la marabunta de recortes actuales nadie ha hablado. Mejor meter la tijera en los caballos del hípico que en los del utilitario del regidor...
Pero estos días se le ha visto más bien quedarse en blanco, el voto que ha anunciado depositará en las urnas de las elecciones europeas porque nadie le representa. Y lo que ha quedado bien patente es su capacidad de soñar a lo grande. Ha afirmado: «si se convocaran elecciones municipales ahora, a lo mejor rozábamos los 23 o 24 concejales». Es decir, un respaldo cercano al 85% de los votantes. Pena que eso nunca lo podamos comprobar, y permanezca para siempre en el terreno de la opinión, pues por más que muchos abulenses hubieran deseado poder votar ahora, no existe previsión reglamentaria de adelanto electoral local. Con aseveraciones como esa, el primer edil podría perfilarse como digno candidato para sustituir a Tezanos algún día.
¿De verdad resulta razonable ahora esperar conseguir ese resultado cercano a la unanimidad de apoyos de los abulenses? ¿Le votarían hoy todos los perjudicados por el carril bici y por la mala planificación de las obras viarias en sus viviendas y negocios, o los muchos afectados por los recortes del presupuesto municipal (Banda de música, FAVA, GEARA, Amarrado...) que han expresado en público que comprometen su actividad? ¿Le respaldarían hoy en las urnas los 2.700 firmantes por la recuperación de la Hípica, o los que hicieron lo propio con la Kedada o el Día de la Danza? Un panorama nada halagüeño que no justifica esperar concitar la papeleta nada menos que de un 85% de electores. Todo lo contrario: se ve un desgaste irrecuperable y una decepción generalizada. O es el suyo un análisis muy a la ligera, o no está en la calle.
Podría tratarse de una broma si no fuera un tema tan serio, en un momento tan apurado. Atravesamos una delicada encrucijada en el Mercado Chico. La moción de censura ha mostrado sus fauces, quedando finalmente en nada por desmarcarse el PSOE. Los tres grupos de la oposición han hecho abundantes declaraciones a los medios de comunicación dejando clara su postura de frontal desacuerdo con el partido actualmente en el gobierno, pero las posiciones ideológicas de las que parten encuentran reticencias para llegar a un entendimiento que permitiese arrebatar el bastón de mando a quien actualmente lo ostenta. ¿Y qué credibilidad tiene protestar si, cuando uno tiene en su mano la posibilidad de cambiar la situación, no lo hace?
La duda es si la actual coyuntura de 'reflexión' de Pedro Sánchez habrá influido en la polarización de bloques locales y ruptura de la baraja, y si hubiera habido otro resultado de no estar en esa tesitura. Y si algún grupo de la oposición finalmente terminará comiendo perdices con este equipo de gobierno.
Quedan tres largos años de incertidumbre por delante, sobre los que siempre planeará el fantasma de una auténtica emoción de censura.