Nunca un tuareg o un beduino han dicho ¡pero que calor hace! estando a cincuenta grados. Aquí en Ávila, si, aunque solo estemos a treinta grados. Y es que no valoramos lo que tenemos, y nuestra mente se calienta antes que nuestros cuerpos. De cualquier forma, apetece estar a la sombra, y que mejor sitio, que adentrarse en la catedral, que además es gratis para los nativos, y ahí estar agustísimo con esa temperatura ideal, pudiendo a la vez disfrutar de su hermoso contenido, que nunca se termina de ver y siempre nos sorprende.
La catedral está en obras, siempre hay algo que hacer, no sé si igual a como están las calles de la ciudad, pues hay sitios por donde no puedes pasar ni ver. Obras necesarias o novedosas, pues la tesorería del cabildo ahora se lo puede permitir, sin esperar a otras ayudas; pero con un punto negativo que no respeta el monumento, al dejar pegado a sus muros los restos de las obras, cuando no cubos de la basura, que indica insensibilidad de quien sea. Me acerco a donde están en exposición, a nivel del suelo, las restauradas vidrieras del muro norte del transepto, una concesión de la catedral al turista, pues una vez colocadas en su sitio original, a gran altura, no se podrán apreciar en detalle. Vidrieras realizadas entre los siglos XV y XVI, donde intervinieron Juan de Valdivieso, Diego de Santillana y Arnao de Flandes. Son unos vitrales totalmente feministas, cosa rara con tanto santo varón y obispos en otras vidrieras, representando de cuerpo completo a santa Marta, santa Inés, santa Catalina y santa Águeda; y dos medallones superiores con representación a medio cuerpo de santa Bárbara y santa Lucia. Todas se identifican por portar elementos de sus martirios respectivos. No solo los vitrales son hermosos, sino que las mujeres son guapas, con unas caras juveniles muy "guais" donde podía estar la influencia holandesa y la mano de Arnao. El que pueda, antes de agosto, que vaya a verlo, pues merece la pena, y si pueden lean los paneles explicativos anexos.
Pero hay otras vidrieras de las que no se habla nunca, pues fue una de las obras fallidas de don Adolfo González Montes, como lo fue la reforma del presbiterio. Don Adolfo en sus cinco años de pontificado abulense, hizo muchas cosas, que pasarán a la memoria histórica episcopal. Su gran defecto, a lo que los abulenses no estamos acostumbrados, era: yo lo pienso, esta es mi verdad y la impongo, y los demás que me obedezcan y me sigan; mala cosa para nuestro carácter, sumiso y rebelde a la vez. Pensó que la girola estaba muy mal iluminada por luz natural, teniendo muchos ventanales al exterior, los que quedaron después de construir el envolvente cimorro semicircular, absorbiendo los nueve absidiolos, cada uno con tres ventanas saeteras, que tenía la cabecera diseñada por Fruchel en el siglo XI, quedando solamente nueve huecos de luz al exterior que posiblemente pudieron llegar a tener vidrieras, aunque solamente nos han llegado, después de las reformas del siglo XV, un vitral de la virgen, obra de Valdivieso, en la capilla central. La virgen es rubia y está en posición frontal, con el Niño Jesús en su brazo derecho, mientras con el izquierdo le ofrece lo que parece una piña. Esta vidriera sufrió un atentado desde el exterior, no hace muchos años, dañándola la cara, y en la restauración ha quedado con un ojo cerrado y el otro medio abierto, lo que no hace desmerecer su belleza. Quién sabe si su posición poco normal se deba a que se colocó al revés o era para que se viera desde fuera, con iluminación interior. En la capilla de Santiago, hay una vidriera de diseño geométrico, con retícula cuadrada con hexágonos y el escudo del obispo Carrillo de Albornoz. En la capilla de san Juan Evangelista, está representado este en el centro. El resto de los huecos tenían vidrio normal, de baja calidad y muy sucio, por lo que don Adolfo decidió que deberían tener vitrales, además con una cierta lógica bíblica en su recorrido de sur a norte. Para ello se puso en contacto con el que consideró uno de los mejores artistas internacionales del momento, en arte religioso, el alemán Heinrich Gerhard Bücker, que por aquel entonces podría tener ya ochenta años, por lo que en el taller era ayudado por sus hijos. Escultor, pintor, vidriero y más cosas, su lenguaje expresivo era demasiado reduccionista, con expresiones muy sofisticadas. Tanto esra asi, que la Comisión de Patrimonio de la JCyL, las rechazó, además de por el vidrio utilizado, por entender que no encajaban en nuestra catedral, llegando a ponerse solamente dos, y de forma provisional. Una es la Virgen, madre del Mesías, que está sobre la entrada a las sacristías, con múltiples detalles apocalípticos. Otra está sobre la puerta de salida a la capilla de san Segundo, representando a san Juan, como vidente apocalíptico en la isla de Patmos. El resto de las vidrieras estarán guardadas en cualquier rincón de la catedral.