Regresa este doble click a una contraportada con menos caracteres e idéntico carácter. Era finales de octubre cuando tomando el primer café del día –un descafeinado– reconocí a su entrada en el local a uno de los considerados economistas de actualidad, tertuliano en los principales programas de radio y televisión que analizan y predicen el devenir ciudadano.
Ocupo una mesa contigua a la mía y entablamos una interesante conversación. No es habitual encontrar en Ávila a primeras horas a un profesor universitario catalán con traje de verano, en una de esas mañanas "frescas" (pensó no necesitar la gabardina, confesó telefónicamente a su esposa). Pidió un vaso de leche de soja caliente.
Se había celebrado, ya, la primera investidura fallida y me dijo que en los cenáculos madrileños corría que lo de Sánchez estaba hecho –aún quedaban semanas–. La conversación se inició por Cataluña. Me reconoció que allí el nacionalismo –nunca se va a separar– solo servía a unos pocos, y había arruinado todo. Me sorprendió –no tanto– cuando me confesó que en una cena con Feijóo le comentó que el tema catalán es solo una cuestión de dinero que tendrá que poner sobre la mesa si algún día quiere ser presidente. Quien más y quien menos lo suponíamos, pero reconocido por un catalán en Ávila –crudeza y realidad– es saber que aquí no vendrá nada.
Había llegado desde Madrid por la tarde anterior en tren (se le hizo muy largo el trayecto) y no le había dado tiempo de ver la ciudad, aunque su rostro reflejó que no le ofrecía nada atrayente esta capital de provincias. Como abulense le quise vender las bondades de Ávila, al menos para que lo trasladara con su influencia mediática. Salió el tema del peaje de una autopista que me reconoció era muy caro en comparación con el coste de mantenimiento de estas viales. Me preguntó por la política local creyendo que aquí gobernaba el PP y cuando le comenté que no era así, si no una facción desligada y localista que había repetido en mayo, con su entonación y acento catalán, sin dubitación alguna me espetó, a modo de símil de su vivencia catalán: eso es perder el tiempo. Pagamos cada uno nuestro desayuno.