Lo de las infraestructuras para Ávila parece una causa perdida. Hace ya una temporada que nadie nos viene con el cuento del levantamiento del peaje hacia Madrid. Se agradece, aunque seguro que en 2025 -ya aprovecho para felicitarles las fiestas y el próximo año- habrá algún conato de anuncio en ese sentido. Luego lo apagará la realidad con su extintor. El día de la marmota abulense. Pero, a lo que iba, que de infraestructuras toca hablar una vez más: Cuando ha habido ministros o presidentes del Gobierno de nuestra provincia -o en algún sentido vinculados a ella- estos han mirado para otro lado, salvo contadas excepciones, absortos como quedan todos por las alharacas y agendas madrileñas. Por los aplausos del respetable. Apenas a uno le da la memoria para recordar lo rápido que se construyó la autovía Ávila-Salamanca, con un gobierno socialista por cierto, que tanto han agradecido los no pocos universitarios que cada año surcan esa A-50 hasta adentrarse en la ciudad del Tormes. Con ellos, sus familias. Eran otros tiempos, qué duda cabe. Como también son otros -de los ministros sigo hablando-, los que, sin problema, apuestan por dotar a su tierra de lo que estiman como una cuestión de justicia social, para paliar el déficit histórico de sus territorios. Esta misma semana el ministro de Transporte y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, aseguraba en Valladolid, donde fue alcalde durante ocho años, que se va a construir allí una nueva estación de ferrocarril, integrada en el casco urbano, por un importe que excederá los 210 millones de euros. También apuntaba que se va a actuar en la N-601, entre las localidades de Olmedo y Boecillo, para ampliar vías y reforzar la seguridad del trazado. Cabe recordar aquí que entre la ciudad donde tiene su sede la Junta de Castilla y León y el segundo de esos municipios, conocido por sus bodegas, hay ya doble carril, en ambos sentidos. Se trataría, por tanto, de dar continuidad a esa calzada. La obra que se afrontará a futuro, y que da continuidad al lineal que une por Nacional a dos de las capitales castellano y leonesas, para la que se invertirán más de 100 millones de euros, tendrá en breve un proyecto, que incluirá variantes en esos dos pueblos medianos de la otra vecina provincia. Entre ambas localidades hay unos 30 kilómetros, algo menos que la distancia que separa a la capital amurallada y ese cruce de caminos que es Adanero. Ambas infraestructuras acogen cada día a miles de coches, pero hay prioridades y prioridades en la Red de Carreteras del Estado. En sede parlamentaria, concretamente en la Comisión de Transporte de la Cámara Baja, el diputado Héctor Palencia afirmaba el pasado martes que abordar la conexión entre Ávila y Adanero es sólo un tema de voluntad política del ministro. Desde luego. Hay más condicionantes, pero tiene razón. También la tenemos quienes afirmamos que en Ávila se han perdido muchos trenes y en una buena parte de los casos, eso ha tenido que ver con falta de voluntad y, muy seguramente con la empatía -o carencia de ella-, por parte de unos y otros. Palencia sabe de lo que habla, que para eso es ingeniero técnico de Obras Públicas, y afirma que las justificaciones que se van racimando desde el Ministerio tienen poco peso. En plata: Ávila necesita mimos, que se la mire no como a esa hermana pequeña que ni siquiera recibe el jersey de sus mayores, sino como un espacio con potencial. La provincia será la que menor inversión real tenga en 2025 si hacemos caso a los Presupuestos autonómicos. Lo mismo suele ocurrir con los de la Administración General del Estado. Sintomático, porque no hablamos de la que menos población tenga, tampoco la menos extensa. ¿Tenemos aquí menos necesidades que el resto? No lo parece. Pero, por ti y por mí, año tras año, la casa sin barrer. Da igual, porque en este ámbito vivimos en un permanente día de la marmota abulense. Y es una pena. Ya me entienden.